martes, 17 de enero de 2012

EL RINCÓN DE MIS SOLEDADES

sin_título-253-Editar

La tenue luz de la farola era toda la iluminación que necesitaba en mis lecturas atardecidas.  Ese viejo banco, y esas vistas al mar infinito me sumían en un profundo estado de aletargamiento… era como estar en el paraíso, no existía nada más en el mundo.
Más de media vida estuve sentado en ese lugar, cientos de libros pasaron por mis manos incrustando en mi memoria millares de historias que hice mías, con la banda sonora que interpretaban las olas calmadas y la brisa que anunciaba que la luna tomaba el testigo del sol.
Ir cada día allí era para mi algo sagrado, una disciplina impuesta, lo más parecido a una meditación destinada a encontrarme con mi consciencia.

Ahora ya estoy esperando lo que todos esperamos al final de nuestros días, aquí tumbado en esta aséptica cama de hospital, sin más motivación que cerrar los ojos por última vez.
Pero hoy sucedió algo, hoy me han hecho el mejor regalo que he recibido jamás.  Alguien me ha enviado por correo un libro antiguo, uno de los primeros que leí en mi rincón especial.  Y al abrirlo y hojearlo he descubierto una pequeña fotografía, la que ilustra estas palabras, que me ha hecho llorar como un crío, haciendo que reflotaran en mí emociones olvidadas hace tiempo.

No tengo la menor idea de quién ha sido la persona que me ha hecho tan feliz hoy, pues nunca vi a nadie en aquel lugar.  Lo que sí tengo por seguro, y me alegra haberlo constatado en este momento de mi vejez, es que los ángeles existen y nos acompañan en nuestras vicisitudes.

 

Juan Carlos Pascual

No hay comentarios:

Publicar un comentario