sábado, 30 de marzo de 2013

MI PROPIO MILAGRO

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Para que no me olvides te encadenaré a este banco y engancharé tu mirada a la lluvia para que puedas ver con otros ojos, para que puedas reconocerme en cada gota que resbale por tu paraguas solitario, el cual duplicaré para que se sienta acariciado por el mío, aunque yo no lo necesite porque no tengo carne ni huesos que proteger.

Dicen que los fantasmas no existen y te aseguro que tienen razón.  Yo no soy un fantasma o un espíritu, sigo siendo el que he sido siempre, el que te llevaba de la mano en cada paseo, el que acariciaba tu espalda cuando los temores te acechaban, el que abrazaba tu cuerpo cada vez que lo pedías, el que no entendía nada cuando mi cuerpo yacía en el ataúd y yo lo miraba con desazón.

Sigo siendo yo, y cada lágrima tuya me rompe el corazón del que fui desposeído, y eso es insoportable porque no encuentro la manera de consolarte.  Por más que lo intento no eres capaz ya de verme, ni de sentirme, aunque te juro que lo seguiré intentando hasta establecer mi propio milagro.
En mis noches de utopía seré un veneno yacente que transite por tus venas, y aunque no lo logre al final lo conseguiré.

No me olvides. 
Yo estaré siempre a tu lado velando por mi propia desesperación.  Y si algún día te paras mientras contemplas un escaparate y sientes un cálido rumor entre tus ojos y lo que miras, recuerda que es tan sólo el eco de mi inherencia.

 

Juan Carlos Pascual

lunes, 25 de marzo de 2013

SU YO INVENTADO

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Su yo inventado mira de frente al Sol mientras camina lento y con firmeza, con aura de banda sonora épica. 
Es un personaje creado a su imagen y semejanza, y vestido con un compendio de virtudes míticas que lo hacen prácticamente indestructible.

Su yo inventado sonríe, siempre, es un tipo seguro e imaginativo que tiene el mundo a sus pies y el cielo en sus ojos.  Su sangre es roja… los lunes, y se tiñe de verde, azul, amarillo, plata, morado y oro el resto de la semana, porque sus venas son surtidores de alegres tonalidades.
 
Cuando mira conoce, y cuando conoce no juzga, simplemente sabe y respeta, porque sus ojos contienen la sabiduría de un recién nacido.

Su yo inventado no teme la soledad porque nació abrazado en ella y lo entiende como un estado natural.  Es feliz por ello.  Bueno, en realidad es feliz por todo lo que le rodea y por todo lo que le queda por descubrir. 
Es un viajero intrépido de corazón infantil que vive en un estado de permanente ilusión y sorpresa. No posee la capacidad de hablar, pero dialoga con todo el mundo y se hace entender sin problemas con sus gestos amables.
Es un pirata justiciero que encuentra tesoros de islas remotas por el mero placer de repartir sus hallazgos entre los más necesitados.
Es el único astronauta que ha pisado planetas cuyo nombre un ser humano no es capaz de pronunciar.
Es un explorador que conoce el emplazamiento de maravillosas criaturas que creemos extinguidas.
Para resumirlo en una frase, su yo inventado es ese rayo de luz solar que aparece entre las nubes después de una tormenta formidable…

 

Su yo real lleva demasiado tiempo postrado en una cama aséptica, inválido de pies a cabeza, privado de muchas de las funciones básicas de las que una persona jamás debiera ser desposeído, unido a la vida únicamente por el fino alambre que le sujeta a su creatividad, a su imaginación, a cada inspiración de oxígeno que lleva impregnada la vaga esperanza de convertirse algún día en su yo inventado.

 

Juan Carlos Pascual