lunes, 30 de enero de 2012

DEPLORANDO LA NORMALIDAD

sin_título-18-6

Siguiendo el camino me salí de la vida.  Me encontré perdido en mi propio conocimiento, mirando rutinas ilegibles y cielos de color vainilla con nubes encorbatadas.
Intenté gritar pero sólo podía latir, nadie más había allí entre aquella multitud.
Sé que estaba tumbado, en una estrambótica camilla vertical a la que intentaba asirme con la lengua.  Al final caí varios metros hacia arriba, justo donde el horizonte se fundía con el sol, y me recogió un halcón de oscuras branquias que me transportó a su nido fabricado con palabras sumerias.
Pero aquel lugar no me gustaba y me lancé al mar a fin de poder respirar, pero no pude respirar, lo cual no fue inconveniente porque yo ya no era yo, y aquel descubrimiento hizo que desistiera de escribir esta historia.

Juan Carlos Pascual

sábado, 28 de enero de 2012

EL NIÑO ATRAPADO EN EL PEQUEÑO CALLEJÓN

Esta foto junto con el texto que la acompaña fue publicada en mi cuenta de flickr el 7 de diciembre de 2011

sin_título-91-Editar

Siempre fue un soñador. Para él el mundo no existía como lo conocemos los demás, si no que él lo creaba a su antojo.
Los ojos siempre abiertos como dos lunas llenas, observando boquiabierto las minucias que él convertía en grandes descubrimientos, pequeños detalles imperceptibles que se transformaban en épicas historias dentro de su mente. Siempre corriendo, siempre curioso y sorprendido.
Pero un día creció sin saber cómo hacerlo, sin comprender que su imaginario se hubiera difuminado en brumosos recuerdos. Y se rebeló. Se negó a aceptarlo y regresionó en vida hacia su propia desaparación como adulto.
Y fue entonces cuando se quedó atrapado en el pequeño callejón, corriendo como lo hizo siempre, esperando que una simple gota de lluvia se transformara en un océano por el que navegar dentro de su mundo de sueños novelescos.

Juan Carlos Pascual

lunes, 23 de enero de 2012

DESCUBRIENDO UNIVERSOS NUEVOS

sin_título-8-6-Editar-Editar

Cierro los ojos. Intento concentrarme en la respiración, haciéndola pausada, tratando de evitar quedarme mucho tiempo en un pensamiento. Inspiro. Noto el aire acariciando mis fosas nasales mientras se adentra en mi organismo cargado de oxígeno. Espiro. Se cumple el ciclo y expulso lentamente el mismo aire por la boca, sintiendo cómo se marcha incluso por las mínimas separaciones que pueda haber entre los dientes. Repito el proceso una y otra vez. Medito en la oscuridad de mi habitación, con una vela encendida y una barra de incienso aclimatando con su aroma el espacio que me rodea.
De repente, y durante un ínfimo instante, todo cambia. En la holgura que queda entre inspiración y espiración, en ese breve lapso, la realidad altera su entidad mostrando un nuevo universo dentro de mi materia vital.
Entonces lo sé todo, conozco las respuestas a los recovecos de todos los porqués, me vuelvo un alma omnisciente.

Pero entonces vuelvo a respirar...


Juan Carlos Pascual

martes, 17 de enero de 2012

EL RINCÓN DE MIS SOLEDADES

sin_título-253-Editar

La tenue luz de la farola era toda la iluminación que necesitaba en mis lecturas atardecidas.  Ese viejo banco, y esas vistas al mar infinito me sumían en un profundo estado de aletargamiento… era como estar en el paraíso, no existía nada más en el mundo.
Más de media vida estuve sentado en ese lugar, cientos de libros pasaron por mis manos incrustando en mi memoria millares de historias que hice mías, con la banda sonora que interpretaban las olas calmadas y la brisa que anunciaba que la luna tomaba el testigo del sol.
Ir cada día allí era para mi algo sagrado, una disciplina impuesta, lo más parecido a una meditación destinada a encontrarme con mi consciencia.

Ahora ya estoy esperando lo que todos esperamos al final de nuestros días, aquí tumbado en esta aséptica cama de hospital, sin más motivación que cerrar los ojos por última vez.
Pero hoy sucedió algo, hoy me han hecho el mejor regalo que he recibido jamás.  Alguien me ha enviado por correo un libro antiguo, uno de los primeros que leí en mi rincón especial.  Y al abrirlo y hojearlo he descubierto una pequeña fotografía, la que ilustra estas palabras, que me ha hecho llorar como un crío, haciendo que reflotaran en mí emociones olvidadas hace tiempo.

No tengo la menor idea de quién ha sido la persona que me ha hecho tan feliz hoy, pues nunca vi a nadie en aquel lugar.  Lo que sí tengo por seguro, y me alegra haberlo constatado en este momento de mi vejez, es que los ángeles existen y nos acompañan en nuestras vicisitudes.

 

Juan Carlos Pascual

domingo, 15 de enero de 2012

LLUVIA NO DESEADA

sin_título-23-3

La pobre caña de bambú agonizaba en su propia paradoja.  Estaba tirada al lado del vasto océano, pero el agua, vital para su supervivencia, no llegaba hasta donde se ubicaba.  Sólo pedía unas gotas de lluvia para poder coger fuerzas y lanzarse al mar, sólo eso.  Además el día había amanecido con algunas nubes.  Se sentía con sus últimas fuerzas, pero optimista con respecto a la posibilidad de una breve llovizna.
Mientras escucha el monótono sonido de las olas caprichosas que no se acercan a ella, nota de repente algo que le roza, y se siente despertar porque algo cae sobre ella con suavidad, unas gotas de...
No puede ser, no es agua... 
Son cientos de granitos de la arena gruesa que hace frontera con el mar.  Algún desalmado la ha utilizado para hacer una mísera fotografía.

Juan Carlos Pascual

domingo, 8 de enero de 2012

COSAS DE NIÑOS

IMG_1406-2

Praga, invierno incipiente de 1927

La nieve ha hecho estragos sobre la ciudad, y una vez que el temporal ha amainado decenas de niños corren alborotados pero sobre todo ilusionados a jugar en el parque viejo del centro, ahora de color blanco inmaculado.

El pequeño Janik tiene 7 años.  Tiene que apartar su flequillo acacerolado constantemente porque le tapa los ojos chispeantes mientras amasa una bola de nieve con las manos.  Es la primera vez que ve el parque tan cubierto, y se siente especialmente contento por ello.  Antes de terminar su “arma arrojadiza” recibe un frío impacto de hielo blanco a la altura de las orejas que le hace trastabillar hasta caer al suelo.
Cuando levanta la mirada buscando a su agresor se topa con la sonrisa de una niña de dulces rasgos y manos pequeñas y pizpiretas.  Le hace gracia el gorro orejero que le medio tapa la melena rubia.
Se acerca a ella dispuesto a reprenderla, pero cuando llega a su altura se siente extrañado.

- ¿Te conozco?
- Tal vez, me llamo Darina.

Janik hace un rápido repaso mental intentado ubicar a Darina en alguna situación vivida por él, pero no lo consigue.  Sin embargo él sabe que la conoce.
Darina se percata de la extrañeza de Janik y le confiesa:

- Tranquilo. A mi me pasa lo mismo.
- ¿Sueles venir al parque?
- A partir de ahora sí. – Sonríe entre pícara y avergonzada agachando los ojos. – Hasta mañana.

Darina se da la vuelta y se marcha corriendo despacio, y a los pocos segundos recibe el pertinaz bolazo de nieve de Janik.

- ¡Me llamo Janik! – Grita el pequeño.
- “Ya lo sé” – Afirma Darina en sus pensamientos.

Ese día volvieron a conocerse una vez más, como lo habían estado haciendo desde los albores terrenales.  Dos niños eternos condenados a ser compañeros de correrías, de juegos, de lágrimas de risa y de abrazos felices.

Jaipur, verano de 2007

Nadîm pedalea su recién estrenada bicicleta por el barrio, regalo de su séptimo cumpleaños, sintiendo como el viento aparta de su rostro sus acacerolados cabellos, haciendo que sus chispeantes ojos se humedezcan y brillen.
Al girar por una esquina, no puede evitar chocar con la figura que ha aparecido de repente.  Los dos caen al suelo.
Nadîm se levanta y se dirige corriendo a socorrer a la niña que acaba de atropellar, pero la encuentra sonriendo, apenas magullada.
Le llaman la atención sus manos pequeñas.
La mira a los ojos y algo en su interior le hace preguntar:

- ¿Te conozco?

 

Esta historia es algo así como un reto, una historia cruzada con otra que escribe mi amiga Isabel Talleda, a quien dedico este post :)
Podéis ver la suya aquí:
http://quierolluviacontigo.blogspot.com/2012/01/tu-otra-vida-part-i.html

Juan Carlos Pascual

viernes, 6 de enero de 2012

EL LAZO ROJO

sin_título-18

Aún no se conocían en persona. 
Su historia estaba fraguada sobre papel escrito, en cartas que se enviaban mutuamente y en las que se contaban sus anhelos en un tiempo en que la ciudad estaba sumida en un tenso clima pre-bélico.  Así es como surgió su amor, entre letras de pluma y tintero rebozadas con esperanzas de una vida simple y feliz, lejos de la turbia neblina ideológica que estaba a punto de desencadenar una más de las guerras absurdas que desde siempre han azotado a la inteligencia humana.

Pero centrémonos en el día concreto en que los enamorados iban a encontrarse por primera vez.  Todo estaba bien atado, se verían en la puerta de la catedral de su pequeña ciudad cuando el sol comenzara su lento declive.  Habían acordado que ambos llevarían un pequeño lazo de color rojo, ella en la solapa de su abrigo y él en la mano para no desvirtuar su uniforme militar.
El ansia y los nervios les dominaban, así como la alegría apenas contenida. 

Él llegó una hora antes, aprovechando que su recién terminada guardia de vigilancia se realizaba muy cerca de la catedral.  Por supuesto llevaba el lazo en la mano.  Se movía inquieto de un lado a otro de la plaza aledaña, sintiendo cómo los segundos se eternizaban.
Cuando llevaba unos 40 minutos de espera, unos gritos empezaron a llenar la plaza, y en seguida apareció una brigada de su destacamento.  Un superior le instó a unirse a ellos urgentemente pues tenían noticia de un inminente ataque sobre su zona.
Sobreponiéndose a la decepción, no le quedó otra que salir corriendo junto a los demás soldados para cumplir su deber.

Después todo sucedió muy rápido.  Tras llegar al cuartel a recibir las oportunas instrucciones, la ciudad comenzó a ser bombardeada.  No dio tiempo a prepararse, ni a dar aviso a la población civil.  El sordo silbido de los obuses cayendo desde el cielo era continuamente silenciado por las pavorosas explosiones de los mismos cuando llegaban a tierra, saturando de desconcierto los corazones de los aterrados espectadores.

El ataque se alargó durante una hora, que se sintió como semanas enteras.

Una vez todo quedó en calma, era hora de comprobar las brutales consecuencias de la carnicería.  Decenas de cadáveres se mezclaban en las otrora apacibles calles, ahora deformadas en escenarios escombrosos de la tragedia. 

Cuando él, magullado pero ileso, caminaba con el corazón encogido por los alrededores de la plaza, se acercó a la catedral, y comprobó con estupor cómo un lazo rojo había aparecido anudado en el enrejado portón principal.
Un dolor como nunca imaginó que pudiera existir se apoderó de él mientras se arrodillaba sobre la tierra quemada. Las lágrimas brotaron como una tormenta y se encogió entre sus propios y desesperados bramidos.

Hoy, tras más de seis décadas transcurridas desde entonces, mi abuelo me ha contado esta historia contestando a mi curiosidad. 
Le pregunté qué es lo que le movía a atar un lazo rojo en las rejas de la iglesia cada vez que acudimos a la misa del domingo.

 

Juan Carlos Pascual

domingo, 1 de enero de 2012

SE AGARRÓ A UN PAÑUELO ARDIENDO

sin_título-6-7-Editar

Ella bajó las escaleras a trompicones, entre sollozos provocados por el desamor.
En un último intento desesperado por recuperar la estima del hombre que la acababa de expulsar de su vida, no supo más que dejar su pañuelo de seda azul apagado en la barandilla que sujetaba sus últimas fuerzas, con la esperanza de que él lo viera y recapacitara, de que una chispa mágica prendiera en el corazón de él y lo hechizara de manera que saliera corriendo tras ella.
Desde abajo, ella escuchó agazapada una puerta que se abrió y se cerró unos pisos más arriba. Era él, estaba segura. Pudo oir los pasos tranquilos bajando las escaleras mientras imaginaba quimeras imposibles. Dejó de oir los pasos justo donde calculaba que estaba el pañuelo, para breves segundos después volver a escucharlos. Y finalmente, desde su escondite, pudo ver al que fue el hombre de su vida cruzar el umbral que le llevaba a la noche incipiente.
Y allí se quedó ella, llorando desconsolada, consciente de su soledad, con la certeza de que el pañuelo de seda azul apagado se había quedado en la barandilla de la escalera desperdigando al vacío todas sus vanas esperanzas.

 

Juan Carlos Pascual

COMENZANDO

Este blog nace el 1 de enero de 2012 respondiendo a una inquietud que me acecha desde hace un tiempo.

Gracias al empuje de varias personas que me han ido animando a ello, poco a poco he ido introduciendo un elemento añadido en algunas de mis fotografías.  Se trata de un texto, una breve historia inspirada por la imagen.  A veces una simple línea, otras un relato más extenso… siempre intentando mostrar esa parte de mi que suele permanecer oculta.

Por ello hoy me he decidido a crear un blog donde ir mostrando todas estas historias y fotografías que humildemente vaya construyendo.

El blog está dedicado a esos individuos tan especiales que me incitan y me retan continuamente, en especial Sara, Isabel, Bibianna y Paco. Ellos son este blog.

 

Juan Carlos Pascual