miércoles, 28 de marzo de 2012

PRINCESA

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No soy un caballero de reluciente armadura cargado de un valor sin límites que traspasa todos los confines.
No sé nada de dragones que escupen fuego, de antiguos castillos amurallados que esconden reinos en su interior, de justas medievales en las que el honor es la mayor recompensa.
Soy incapaz de cabalgar con soltura sobre los lomos de un noble corcel, de abatir a los nueve monstruos que custodian elixires de secretas propiedades, de recorrer imperios enteros a fin de registrar territorios desconocidos.
Tampoco sabría emprender la búsqueda de un santo cáliz, sumergirme en los océanos para encontrar tesoros con capas de coral o entrenar halcones que surquen los cielos enviando mensajes cifrados.

Y si bien no creo en cuentos de hadas aunque los escriba con plumas entintadas en arena de mar, o pese a que me harte a usar la razón si bien mi imaginación se rebela continuamente y echa a volar con su propia inercia, a pesar de todo ello, que sepas que me voy a romper la vida por hacerte sentir como una princesa de un libro que tiene aún una enorme cantidad de páginas por llenar.

Dedicado a mi Sara, por mirarme con esos ojitos llenos de amor.

 

Juan Carlos Pascual

viernes, 16 de marzo de 2012

SUS OJOS VERDES NOS SALVARÁN

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Ella era especial, bien lo sabían los habitantes del pequeño poblado en el que nació en pleno desierto, pues pronto comprendieron que tenían con ellos a una de esas criaturas venidas al mundo para cambiarlo.  Su apariencia era humana, pero su procedencia era lejana, del lugar donde las estrellas son forjadas a base de destellos divinos.

Antes de llegar a la Tierra, le tatuaron en el corazón con lágrimas solares la misión que debía cumplir en nuestro planeta.  Se trataba de un trabajo a largo plazo, que debía ir fraguándose con el transcurso de los años, dando un giro radical pero sutil a la conciencia de cada ser humano con el fin de hacernos escapar de nuestra propia auto-extinción.

Le concedieron la capacidad de no levantar muros a la pureza con la que nació.  Nunca se cansaría de sonreír, y siempre miraría el mundo con la vibrante sorpresa propia de un niño que incesantemente descubre los mecanismos de la vida.  Y precisamente esa era la parte más importante de su trabajo, pues esa manera de vivir debería contagiarla a todas las personas con que se topara, creando una cadena infinita que eliminaría los odios ridículos y las disputas que diariamente inventamos.

Y en sus ojos estaba la clave, las señales que nos irían indicando el devenir de los acontecimientos.  Nació con el iris de color blanco, y según pasara el tiempo y se fuera cumpliendo la misión, sus ojos se irían coloreando de muchas y diversas tonalidades.  Y dicen los que conocen esta leyenda que justo antes del momento en que la gran metamorfosis de conciencia planetaria tenga lugar, esos ojos dulces se tornarán de un bello fulgor verde intenso.

Hoy comienzan a elevarse voces por todo el globo forzando cambios, multiplicándose los testimonios de gentes que han sido hechizados por ojos de color verde palpitante.

 

Esta entrada está dedicada a Julia Leyva, que me ha “prestado” sus ojos y su inspiración para la fotografía y el texto :)

 

Juan Carlos Pascual

domingo, 11 de marzo de 2012

PALABRAS

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Nuestros Dioses, esos que rigen nuestra existencia, o tal vez nuestras propias incongruencias decidieron hace unas semanas privar a la humanidad de uno de sus rasgos más característicos:  la capacidad de comunicarse mediante el habla.

Los primeros días fueron caóticos, el pánico y la frustración hicieron acto de presencia llenando nuestras vidas de desconcierto.  El día a día se convirtió en un infierno en el que parecía que, aparte del habla, casi hubiésemos perdido la cordura.  Ya no podíamos usar el teléfono, si nuestros bebés lloraban no podíamos escuchar su llanto, la televisión había perdido la mitad de su sentido… y lo mismo sucedía con millones de cosas que antes eran totalmente rutinarias.

La depresión y  la incomprensión ante un hecho tan insólito se instalaron entre nosotros, y los días fueron pasando.

Y según transcurrían los soles y las lunas, el potencial que posee el ser humano para superar momentos apocalípticos se fue imponiendo, y poco a poco nos fuimos acomodando a la nueva situación.
Lo que en un principio veíamos claramente como un hándicap fue transformándose en algo altamente beneficioso.  Empezamos a darnos cuenta de lo irreflexivamente que usábamos nuestra voz cuando aún disponíamos de ella, empleando las palabras con total ligereza, sin prestarles ninguna atención.
Nuevas formas de comunicación, mucho más íntimas y conectadas, han empezado a surgir desde entonces.  Si escribimos para hacernos entender, lo hacemos poniendo plena conciencia en cada una de las palabras que empleamos en el papel.  También hemos comenzado a utilizar nuestro cuerpo a un nivel al que nunca habíamos llegado, creando nuevas formas de interacción con nuestros semejantes.  La empatía por quienes nos rodean se ha hecho presente con rapidez, ahora somos capaces de mirar fijamente a los ojos y conectar de verdad con la persona que tenemos en frente.
Ya no nos despedimos diciendo adiós, ahora nos abrazamos de verdad.

La desaparición de las palabras sonoras supuso el génesis de la verdadera comunicación.

 

Juan Carlos Pascual