domingo, 17 de junio de 2012

AL QUITARSE LAS PUNTAS

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Se terminó la actuación. 
Ya se apagaron los flashes, se difuminaron los aplausos y se secaron las lágrimas de admiración. 
Y ella en su camerino ya no ejerce de bailarina principal.  Ahora se enfrían los músculos y se resiente el cuerpo.  Le duelen las rodillas, esas que llevan mucho tiempo aguantando la insoportable tensión de mantener el equilibrio mientras se sostiene en posturas inconcebibles.  Las uñas de ambos pies están destrozadas, pero eso hace mucho que dejó de preocuparle.
En su camerino se cambia, se quita las puntas y las mallas y se viste de calle.  Se desmaquilla y se vuelve una persona normal que tiene que usar el metro para llegar a casa.  Una vez allí come algo, juega brevemente con sus gatos y se recosta en el sofá sin la intención de dormir, lidiando con su pesadilla más recurrente y acuciante, pensar que algún día pueda extraviar la pasión que siente por lo que hace.

Dedicado a Sus, para que su pasión viaje siempre con ella.

 

Juan Carlos Pascual

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